Luis Meléndez Chuello.
Gran indignación causó la
presentación de la cantante y cultora de la música venezolana Lilia Vera y su
grupo el pasado sábado 22 de septiembre en el Centro de Bellas Artes de
Santurce, por invitación del Consulado de Venezuela en Puerto Rico. Y la indignación
se regó como pólvora en redes sociales y foros de internet, hasta llegar a
Caracas.
La invitación la formuló
el cónsul de Venezuela en Puerto Rico, Jesús Sevillano, a veces por intermedio
de un funcionario del Consulado, y la misma Lilia Vera, sobre todo en medios
locales allegados al independentismo en Puerto Rico, como el diario Claridad y el
programa de Inés Quiles en Radio Isla, dando la sensación de que se invitaba
más a los independentistas que apoyan al gobierno de Hugo Chávez que a los
venezolanos que residimos en la isla del encanto. Además, no a todos los
inscritos en la base de datos del Consulado nos llegó la invitación por email y
en otros medios de mayor circulación como El Nuevo Día, la nota fue
publicada posteriormente. Como las entradas gratuitas se habían agotado desde
el jueves, un número importante de venezolanos quedaron sin entrar. Ya las
cosas no olían bien.
Esa noche, tal y como lo
relatan varios foristas de Noticiero Digital y usuarios de Twitter, la velada
comenzó con el cónsul Sevillano, quien dio “...el discursito cursi de que Chávez es todo corazón
y que quiere salvar el planeta....y que Fidel Castro es el hombre más
importante del siglo XX....para burla de la gente que esperaba un concierto sin
tintes políticos.”
Luego, salió a escena Lilia
Vera, que “...entre canción y
canción comenzó la arenga politiquera chavista”, sin importarle que la invitación era obviamente para oír música venezolana, no
para un mitin político. Y de ahí parte la molestia. La gente fue a ver a la
artista, a la exponente de nuestro folklore, la de extensa y reconocida carrera
nacional e internacional de 40 años, forjada en democracia y con apoyo de la
empresa privada, independientemente de una preferencia política que nunca
ocultó y que no impidió todos los logros que tuvo. El periodista y escritor zuliano
Ángel Mendoza Zabala en el artículo Lilia, Sevillano, publicado en su blog, describe
magistralmente esta paradoja:
“Lilia Vera, por ejemplo, grabó su primera producción para Interamericana de Grabaciones (Integra) en 1973. Caldera en Miraflores y ella haciendo música. Allí incluyó “Pueblos Tristes”, la célebre pieza de Otilio Galíndez. Esa que decía de la muchacha que pila y pila, del hombre torvo junto a la vieja, del santo de medio peso y la vela que muere en aceite sucio.En 1976 ve luz su segundo disco, esta vez de la mano de Promúsica (Promus), el sello disquero privado que más favor le ha hecho a la difusión de la autoctonidad patria, y no creo exagerar en decir que en Latinoamérica completa no hay un ejemplo tan bueno como Promus. Era Pérez presidente, y a pesar de ser Acción Democrática contraria ideológicamente al gobierno de Allende, nadie le censuró “A Víctor”, un tema que canta al líder de Quilapayún al que le cortaron las manos y flotó, tras morir, en el Mapocho marrón de Santiago.”
Al ver la arenga política
a favor de Chávez y contra el capitalismo entre canción y canción, hasta llegar
a afirmar que “sin duda este
era el momento más brillante e importante de nuestra historia“, la gente comenzó a irse. En un punto preguntó "¿Cuántos
venezolanos hay aquí?", y muy pocos levantaron la mano. Una muchacha de la
primera fila le echó en cara la inseguridad que padecía Venezuela y la cantante
le contestó que ese había sido un problema de siempre, pues a su papá se lo
mató la Seguridad Nacional. No pudo hacer más
que reiterar los “Uh ah Chávez no se va”, y terminar el concierto con un "Viva
Chávez, Viva Fidel, Viva el Che Guevara y Viva Puerto Rico Libre del
Imperio", gesto aplaudido por los independentistas que quedaban en la sala.
Por supuesto, está la
molestia evidente, del vulgar acto político en sí. Volvemos a citar el
excelente escrito de Mendoza Zabala a este respecto:
“La gente que abandonó el recinto lo hizo por lo mismo que lo haría alguien que va al Aula Magna a ver a la Sinfónica Simón Bolívar y rematen el set, antes del intermedio, con una versión académica de la cancioncita de Hany Kauam, Omar Enrique y Los Cadillacs. Un espectáculo cultural que se convierte en adulador de un ser humano sólo ocurre en Pyongyang. O en La Habana, aunque con menos frecuencia. Ocurría en Beijing en alguna época mientras Mao estaba vivo. Ocurrió en Moscú. Pero en tiempos contemporáneos, la figura del partido está alejada del hecho propio cultural.”
Pero la molestia soterrada,
la que va en el pecho, y no por eso insignificante, es el hecho de que nuestro
Consulado se preste para estas cosas. Estoy seguro de que muchos venezolanos,
los que fueron, los que se salieron, los que no pudieron entrar y los que se
sintieron marginados de la convocatoria, se sienten hoy cada vez más lejos de
nuestro Consulado. Incluso siento que hemos sido declarados sus enemigos. Esto
podrá sonar fuerte e incluso antipatriótico (término a veces confundido con
apátrida, que es otra cosa), pero cuando ese Consulado trae a un ícono de la
música venezolana a Puerto Rico, prefiere invitar a un coro de voces concordantes
antes que a sus propios conciudadanos y mezcla proselitismo político con arte y
cultura venezolana en otra tierra, es inevitable sentirnos alienados de la que
debería ser nuestra casa fuera de casa. Y si eso es así para nosotros por un
concierto, sólo puedo imaginarme lo que deben sentir los venezolanos en Miami,
obligados a peregrinar a otra ciudad para ejercer un derecho constitucional.
Sabemos que no siempre ha
sido así. Sabemos que en otros eventos auspiciados por el Consulado no ha habido
proselitismo político alguno. Recordamos gratamente las pasadas ediciones de la
Navidad Venezolana en Guaynabo, conciertos del propio Sevillano o de Cecilia
Todd en la isla, donde a pesar de la presencia de personas afectas al gobierno
de Hugo Chávez y de oposición, sólo hubo paz, unión y respeto por nuestro arte
y nuestra cultura, por nuestras
diferencias y distintas preferencias políticas. Hacemos votos para que el
Consulado retome la vía conciliadora, sobre todo de cara a unas elecciones
trascendentales en nuestro país.
Mi tripón, El pregón de
las flores, La culebra, Son chispitas, La negra Dorotea, El Becerrito, Coplas y
otras grandes canciones que conocimos en la voz de Lilia Vera, son venezolanas,
son parte de nuestro acervo cultural y de nuestros corazones, parte de la infancia
de muchos, gracias a nuestros padres que nos enseñaron a amar a nuestro país
por su música y sus autores. Son piezas que viven y vibran en quienes vivimos
alejados de nuestra patria. Y estas canciones, así como muchas otras, al igual
que nuestra bandera, nuestros símbolos, nuestro himno, nuestra cultura, nuestros
íconos, nuestra historia y nuestro Libertador, no son expropiables.
Luis Meléndez Chuello es administrador de este blog, parte del equipo de administradores de la página de Facebook del Comando Venezuela en Puerto Rico y de la cuenta Twitter @MUDVeneBoricua